En los últimos días hemos visto la reproducción masiva de episodios que,
como sociedad argentina, nos han hecho cruzar la línea hacia lo inaceptable en
términos del modo en que resolvemos nuestros elementales (des)acuerdos de
convivencia.
Siendo claro que la criminalidad en nuestro país debe tener una
respuesta contundente, que la peor respuesta que se puede dar es la de
convertirse en criminales, no requiere mayor análisis.
Por eso es que han cruzado la línea los/as protagonistas de la injusticia
por mano propia, así como la han cruzado ciertos medios de comunicación que
-por torpeza o deliberadamente- nos están llevando hacia salidas autoritarias,
y sobre todo la han cruzado aquellos sectores partidarios cuyos proyectos
políticos encarnan esas salidas, cuyos susurros de reproche gritan
legitimación.
Hoy, es necesario que todos/as aquellos/as que tenemos responsabilidades
de gobierno, legislativas, como generadores/as de opinión o como simples
ciudadanos/as, digamos en voz alta y claramente, sin especulaciones ni medias
tintas, que entre todos/as debemos frenar la violencia. Toda violencia.
Los problemas de seguridad no se resuelven con “linchamientos”. Por eso,
así como debemos hacernos cargo seriamente del problema del delito, debemos
ocuparnos de condenar toda reacción, individual o colectiva, que profundice
dicho problema.
Renunciar a la violencia es el primer paso de aquel contrato fundacional
que nos hace humanos/as, y que nos hace grandes, adultos/as, razonables.
Ninguno de los problemas de una sociedad pueden abordarse si no se ha resuelto
primero ese. Cualquier paso atrás no sólo nos deshumaniza, nos aleja de merecer
ser llamados “sociedad”.
Los recientes “linchamientos” no son, es cierto, la piedra constitutiva
de una espiral violenta que hace tiempo existe y que sería ingenuo (e injusto)
desconocer. Pero no son tampoco la “respuesta” a una violencia preexistente.
Son simplemente más violencia, y así debería ser llamada, sin reparos ni
excepciones.
Analizar las razones que llevan a determinados grupos de personas a
cometer este tipo de actos será tarea de los/as criminólogos/as y del Poder
Judicial. Pero nos tiene que llevar a una profunda reflexión como
sociedad, ya que cualquier intento de justificación de estas prácticas
-explícita o sesgada, por acción u omisión- no nos hace más que cómplices.
Como una fuerza política que gobierna, sabemos que los problemas de
inseguridad que debemos enfrentar no se resuelven con el odio y la venganza.
Hay que trabajar en lograr para todos condiciones de vida digna, en la lucha
contra la corrupción política, policial, penitenciaria y judicial para terminar
con la complicidad y la impunidad, en enfrentar el delito complejo con
decisión, y todo esto se resuelve trabajando y luchando día a día, sin
atajos, recetas mágicas, ni medidas efectistas.
La “inseguridad” nos preocupa porque la violencia nos preocupa. Nos
preocupa cada robo, cada lesión, cada asesinato. Todos y cada uno, los cometa
quien los cometa.
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